martes, 7 de noviembre de 2017

relojes

Los relojes no funcionan en casa mi abuela.
No es por fallas mecánicas, el tiempo ahí pasa más lento, como prolongando su vejez.
La comida siempre sabe mejor en casa de mi abuela. La comida siempre nos deja más satisfecho, como si los guisos contuvieran la esencia de todos los guisos que han guisado.
Queso con chile y frijoles que saben a un millón de quesos con chile y frijoles.
Las flores no se marchitan en casa de mi abuela. Los frutos rara vez caen de los árboles y si es que la casa se siente fría es por el aire que entra por la puerta cada que alguien llega de visita, que si no, sería una primavera eterna.
Nadie se da cuenta de esto. Yo sí. Yo soy un hombre de ciencia. Cada navidad aguardo en silencio mientras ellos rezan en círculo a su Dios. Todos leen la biblia en silencio en las tardes de domingo mientras yo reviso las tesis de mis alumnos. Yo me percaté desde la subjetividad de todas esas anormalidades.
Tengo una hipótesis. La estructura del universo es más débil en casa de mis abuelos. o el flujo de partículas que entretejen la realidad es menor (cronotones, gravitones, fotones, etcetera).
Eso explicaría un montón de cosas, como la vez en que mis dos primos más pequeños vieron una cabeza de Monstruo debajo de la cama de la cama de la tía Magda.
O cuando la prima Raquel juro haber atravesado una pared mientras jugábamos a las escondidas de niños.
O sencillamente el que las plegarias ahí emitidas suelan tener pronta respuesta.
Una pequeña casa milagrosa.
Lo que no sé es si Dios nos escucha desde aquí por la debilidad en la estructura espacio-tiempo, o si esta se debilito por la fé de mis abuelos

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