Sus ojos eran fríos, su postura daba la impresión de estar en la cima de la montaña mas alta del mundo, los movimientos de su cuerpo felino eran provocadores e intimidantes. Así se veía aquella mujer alrededor de la mesa de billar.
El cabello corto agitándose levemente al caminar, los músculos ligeramente marcados bajo aquella cremosa piel, el cuello largo, las piernas aun mas largas, las nalgas perfectas acentuadas por el pantalón de cuero, el vientre plano, las manos delicadas, los pechos tímidos bajo la blusa, su olor a Mandarinas y el cigarro colgando de la comisura de los labios, hicieron que Sam tragara saliva y sudara frío. Ya antes había tratado con ella pero nunca en las condiciones de esa noche.
En el billar aquel, el humo de cigarros emulaba una ligera neblina que daba al local, junto con las luces de neón, un aire onírico. El olor a cerveza y tabaco quemado, lejos ser repulsivo se mezclaba en un perfume casi sensual.
En el primer piso, tocaba una banda que durante toda la noche rindió tributo a los ramones, a sabbath, misfits, clash, pistols y démas bandas que se escuchan mejor a exceso de decibelios. Cada canción era coreada y mosheada casi por la totalidad de los parroquianos y visitantes, menos dos.
En el billar aquel, el humo de cigarros emulaba una ligera neblina que daba al local, junto con las luces de neón, un aire onírico. El olor a cerveza y tabaco quemado, lejos ser repulsivo se mezclaba en un perfume casi sensual.
En el primer piso, tocaba una banda que durante toda la noche rindió tributo a los ramones, a sabbath, misfits, clash, pistols y démas bandas que se escuchan mejor a exceso de decibelios. Cada canción era coreada y mosheada casi por la totalidad de los parroquianos y visitantes, menos dos.
Solo eran dos en el segundo piso, ahí la música se reducía a un murmullo ambiental y agradable. La brisa del desierto se colaba por las ventanas de arco y la iluminación apenas alcanzaba a las mesas de billar.
Ellos estaban en la mesa del centro.
Un soplo de viento inundo la sala de billar con olor a geosmina. Solo faltaba por meter la bola ocho para determinar el destino de Octavio Cruz.
El estaba esperando que ella tirara. No despegaba la mirada, no parpadeaba, no dejaba un detalle sin observar, ella sentía el peso de sus ojos, de esos ojos capaces de decir mas cosas que el peor de los bribones. El estaba sentado en un banco alto, apoyado sobre el taco, sosteniendo un tarro de cerveza.
El cabello rebelde junto a la fisonomía de gigante amedrentaba instantaneamente a quien no le conociese. Jeans, camiseta, converses y chamarra de piel complementaban el look. Lili se sentía intimidada por su mirada, era como si una avalancha fuera a arrasar con el lugar en cualquier momento, tanto así llegaba a imponer la presencia de Sam. Varias veces lo había visto de frente, pero nunca lo había confrontado.
Lili dio un par de vueltas alrededor de la mesa para contemplar las alternativas de tiro. Le dio un toque prolongado al cigarro y decidió meter la bola ocho en la buchaca central derecha.
Sam admiro la sangre fría con que Lili analizaba la ultima jugada, le dio un buen trago a la cerveza. En cuanto Lili se acomodo en la mesa, Sam dejo escapar un inaudible "uuu" en honor a las nalgas perfectas y el pantalón de cuero.
Lili afino los detalles en su posición.
Un relámpago atravesó el cielo nocturno. El sonido de la lluvia ahogo al de la música de abajo y 999 milésimas de segundo después se escucho el trueno.
Lili levanto la mirada y giro la cabeza, se encontró con la mirada de Sam, sonrieron. Tiró sin siquiera ver la mesa.
En esa sonrisa los ojos de Lili dejaron de ser fríos mientras que la presencia de Sam dejo de ser intimidante. Pasarían el resto de la noche platicando, bebiendo cerveza y viendo la noche ser iluminada por mil relámpagos. En algún punto sus manos se rozarían. Para al final despedirse en silencio y quizas no volver a verse jamas.
La bola negra entró en la buchaca central derecha.
- ¿Quieres compartir unos nachos? - Dijo Sam mientras hacía entrega del sobre con el alma inmortal de Octavio Cruz
- claro ¿porque no? - respondió Lili al momento de recibir el sobre.
Traficar almas siempre era un buen trabajo si estabas a la altura.