lunes, 27 de abril de 2009

Trafiquantes des âmes




Sus ojos eran fríos, su postura daba la impresión de estar en la cima de la montaña mas alta del mundo, los movimientos de su cuerpo felino eran provocadores e intimidantes. Así se veía aquella mujer alrededor de la mesa de billar.


El cabello corto agitándose levemente al caminar, los músculos ligeramente marcados bajo aquella cremosa piel, el cuello largo, las piernas aun mas largas, las nalgas perfectas acentuadas por el pantalón de cuero, el vientre plano, las manos delicadas, los pechos tímidos bajo la blusa, su olor a Mandarinas y el cigarro colgando de la comisura de los labios, hicieron que Sam tragara saliva y sudara frío. Ya antes había tratado con ella pero nunca en las condiciones de esa noche.



En el billar aquel, el humo de cigarros emulaba una ligera neblina que daba al local, junto con las luces de neón, un aire onírico. El olor a cerveza y tabaco quemado, lejos ser repulsivo se mezclaba en un perfume casi sensual.



En el primer piso, tocaba una banda que durante toda la noche rindió tributo a los ramones, a sabbath, misfits, clash, pistols y démas bandas que se escuchan mejor a exceso de decibelios. Cada canción era coreada y mosheada casi por la totalidad de los parroquianos y visitantes, menos dos.


Solo eran dos en el segundo piso, ahí la música se reducía a un murmullo ambiental y agradable. La brisa del desierto se colaba por las ventanas de arco y la iluminación apenas alcanzaba a las mesas de billar.



Ellos estaban en la mesa del centro.



Un soplo de viento inundo la sala de billar con olor a geosmina. Solo faltaba por meter la bola ocho para determinar el destino de Octavio Cruz.



El estaba esperando que ella tirara. No despegaba la mirada, no parpadeaba, no dejaba un detalle sin observar, ella sentía el peso de sus ojos, de esos ojos capaces de decir mas cosas que el peor de los bribones. El estaba sentado en un banco alto, apoyado sobre el taco, sosteniendo un tarro de cerveza.



El cabello rebelde junto a la fisonomía de gigante amedrentaba instantaneamente a quien no le conociese. Jeans, camiseta, converses y chamarra de piel complementaban el look. Lili se sentía intimidada por su mirada, era como si una avalancha fuera a arrasar con el lugar en cualquier momento, tanto así llegaba a imponer la presencia de Sam. Varias veces lo había visto de frente, pero nunca lo había confrontado.



Lili dio un par de vueltas alrededor de la mesa para contemplar las alternativas de tiro. Le dio un toque prolongado al cigarro y decidió meter la bola ocho en la buchaca central derecha.



Sam admiro la sangre fría con que Lili analizaba la ultima jugada, le dio un buen trago a la cerveza. En cuanto Lili se acomodo en la mesa, Sam dejo escapar un inaudible "uuu" en honor a las nalgas perfectas y el pantalón de cuero.



Lili afino los detalles en su posición.



Un relámpago atravesó el cielo nocturno. El sonido de la lluvia ahogo al de la música de abajo y 999 milésimas de segundo después se escucho el trueno.



Lili levanto la mirada y giro la cabeza, se encontró con la mirada de Sam, sonrieron. Tiró sin siquiera ver la mesa.



En esa sonrisa los ojos de Lili dejaron de ser fríos mientras que la presencia de Sam dejo de ser intimidante. Pasarían el resto de la noche platicando, bebiendo cerveza y viendo la noche ser iluminada por mil relámpagos. En algún punto sus manos se rozarían. Para al final despedirse en silencio y quizas no volver a verse jamas.

La bola negra entró en la buchaca central derecha.


- ¿Quieres compartir unos nachos? - Dijo Sam mientras hacía entrega del sobre con el alma inmortal de Octavio Cruz
- claro ¿porque no? - respondió Lili al momento de recibir el sobre.


Traficar almas siempre era un buen trabajo si estabas a la altura.

viernes, 10 de abril de 2009

Le souvenir d'une jolie chanteuse








Se levanto con el sonido de pajaros cantando y la flema dominguera. Encendió la cafetera. La primer espiral de vapor con aroma a café le recordó la noche anterior y sonrió con la sinceridad de un idiota.


Aquella noche en aquel bar/café refugio de artistas locales, la vio, tendría diecinueve años, quizás mas, lo único seguro era su belleza, esa piel, los ojos sinceros, ese cabello inocente y seductor, esa espalda perfectamente delineada, esas piernas.


Puso la llama media en la estufa y dejo calentando la sartén, en tanto sacaba del refrigerador; queso, tocino, huevos, tortillas de harina, cebolla, tomate y chiles serranos. Dos rebanadas de tocino en la sartén y la cocina se lleno con el aroma. El tocino se doraba y el cortaba los vegetales mientras pensaba.


Ella estaba en el centro del café/bar, en el centro del universo, el ambiente era festivo y la música era de jazz alegre, aquella mujer comenzo a cantar. En la primera nota se miraron, en la segunda se sonrieron, el, simplemente no pudo disimular la sonrisa de idiota que ponemos todos los hombres cuando se nos derrite el corazón.


El tocino ya estaba bien dorado y los vegetales estaban a punto de convertirse en pico de gallo, solo le faltaba el jugo de dos limones y una cucharadita de consomé de pollo. Ahora estaba al pendiente de que la cocción de la quesadilla y el huevo estrellado que compartían la sartén.


De aquella pieza jazzera y alegre la mujer paso a interpretar una pieza lenta, dulce y melancólica. Música que hizo mella en el, recordó eventos dolorosos de varias etapas de su vida. La sonrisa idiota ahora era una sonrisa de melancolía. A la mitad de la canción, las mirada del hombre sonriente y la cantante se volvieron a encontrar. Con los ojos intercambiaron frases de entendimiento y complicidad, se entendían a la perfección, habían pasado por cosas similares en sus respectivas vidas. Basto una mirada fugaz y una canción triste para que se conocieran a fondo.


Estaba terminando de servir el café, jugo de naranja, pico de gallo, quesadillas y huevos estrellados. Se sentó, primero un sorbo de café para despertar las papilas gustativas. Que amargura mas deliciosa la del café.


Sintió una ligera decepción, cuando después de la presentación llego al lugar de la cantante y topo con el "novio". Pero le valió y charlo con la cantante, hablaron por algunos minutos, en los cuales se dieron cuenta de las cosas que compartían, de lo parecidos que eran, e intercambiaron múltiples miradas al hablar, de esas miradas que dicen algo más. Tenía que ser mas que el efecto de las cervezas, tenía que ser algo mas que una alucinación.


El pico de gallo estaba demasiado picante...


El "novio" cayó en cuenta de las miradas que compartían la cantante y el hombre sonriente. No tardo en que se desatara la pelea. Si bien empezó como una pelea entre dos, termino como una campal de todos contra todos.


Lavo los platos mientras escuchaba un vinil añejo. Ese domingo toco escuchar a Peggy Lee. Reconoció why don't you do right como una de las piezas que había escuchado la noche anterior.


El sonido y luces de patrullas acercándose al bar/café basto para que los combatientes salieran huyendo. El hombre sonriente perdió la sonrisa cuando sus amigos lo arrastraron al auto y escaparon a toda velocidad sin haber sabido el nombre de la bella cantante, su teléfono o dirección electrónica.


Ya bien almorzado, con el domingo y la ciudad por delante pensaba encontrarla. No importaba si tenia novio, no importaba si la ciudad era enorme, no importaba que le hubiesen partido la cara, peor era no hacer nada. Subió en la motoneta, sonriendo se adentro en la ciudad para empezar la búsqueda.

en mi casa vive una bruja

En mi casa vive una bruja. Es muy vieja, viejisima, antigua, antiquísima. Se le pueden oler los milenios acumulados en los pliegues de la ...