sábado, 31 de marzo de 2018

croníquita a Cuba y de regreso

Vamos, dale, levántate que son las 7:40. Corre a la central de abastos. Surte, compra, transporta.
 13:00 Pizzería. Regresa a casa. Ya están todos ahí. Abordar.

Es al pasar "La Cuchilla" que uno se siente fuera del hogar, en desierto ajeno, e inicia el viaje.

Monterrey. La noche. Un departamento inusual. La Soriana al lado y la carnita asada en el balcón. El ritual sagrado del fuego disfrazado de cena. El sacrificio de la carne, del fuego, cerveza y tabaco.

Aeropuerto. Turbulencia. La Habana.
La silueta del Tío Tony.
Tony es un como si mezcláramos a partes iguales a Anthony Bourdain, al viejo de "El viejo y el mar con un toque de punk a lo Johnny Rotten.
Llega con su aura de amor, buena vibra, de rock and roll a lo cubano y cigarros criollos.
Llega con los brazos abiertos y luz radiante de su piel curtida de pescador.
Nos hace familia con el abrazo de su voz grave y cálida.

No hay nadie más que él y Joaquín. Nos abren su casa que no está en La Habana. Marianao el mero corazón de la cubanidad, de la realidad, de la pizza de 12 pesos, del wifi en la plaza, del ron en tetrapak, del carro antiguo, de la perfecta belleza cubano, del reggaeton vivo en las calles, de la sensualidad y los cigarros sin filtro, del refresco bien frío en lata a 15 pesos y el pomo de agua a 45.

Caminamos por todo Marianao. Gozo y cansancio. Otro mundo donde cada cafetería y estanquillo vende lo mismo: cerveza, refresco, cigarro y ron. Las panaderías son del estado. Todo lleva ya cuatro horas cerrado. No me atrevo a tararear las canciones de Carlos Puebla porque allá todos tienen un sentir distinto respecto al sistema. No canto las canciones de Babalú Ayee ni de Changó porque allá se sienten sus presencias y no los quiero ofender.

Descansamos. Cenamos, la comida cubana es sencilla, intensa, sabrosa como la música.

9:00am vamos a La Habana vieja, la belleza es desbordante, la música, la cerveza, los mojitos, el arte, la arquitectura nos embriagan, nos fatigan como una cortesana querendona, como la trampa para turistas que es. Nos cae la noche. Cae la cena. Vamos a la plaza al wifi. Vamos a descansar.

Tomamos un Cadillac para llegar al punto de encuentro. Llega la güagüa del festiva. Llegamos a Matanza, ciudad costera, bellísima desde la ventana. La compañía que recogemos empieza a armar el partybus.

Cerca de Camaguey dejo mi celular olvidado en un baño por ir a buscar papel higiénico que nunca encontré. El desapego es más fácil en el extranjero. Seis horas más de camino.
Llegamos, cenamos, bebemos, dormimos.

La invasión de los zapatones por la mañana, decenas de payasos en un desfile que inaugura el Taller Internacional. Una mesa redonda que nos presenta un sinfín de detalles sobre Chaplin y, cómo sin saberlo somos su legado y aprendices. Talleres. Comida. Función de la obra nueva del organizador del festival, la que es un despliegue vertiginoso del arte del payaso, acelerada, explosiva y divertida que lleva al limite los recursos más simples.

La noche, el clownbaret, grotesco, erótico, mágico, musical, que nos hace temblar, reír, llorar y cagarnos pa' dentro un poco. La contestación, mas no reproche de las canciones de Carlos Puebla y al menos para mí una muestra de lo que puede ser la escena. Pomo de refresco adulterado y rumba incluida. Magistral.

En el desayuno empieza a bullir la química entre los asistentes al taller.
Talleres, comida, función, cena, función y noche de rumba.

De cada función una semilla, herramientas, el saber que hay cientos de cosas que se pueden hacer. El concepto de Rigor, el respeto infinito al trabajo, el talento en los talleres. La risa de los compañeros. El ron y la cerveza fluyendo por las noches. El baile. Una convención de locos celebrando en la escena.

Y a lo largo de los días vemos:
Una obra monólogo que desarma los cuentos de hadas.
Un clown-Buffon grotesco que domina la calle, al público e improvisa una narrativa hermosa y nos trae a risotadas.
Unos ruguayos con un clown poético, abstracto casi chejoviano que me deja pensando y gozando hasta el día de hoy.
Los hispano-colombianos con un show tan simple y a la vez riquísimo, lleno de energía y risa.
Un gran trabajo de "Rupreste" gracias al trabajo en equipo.

Lalo y yo partimos antes. El sábado temprano, cuando todos iban a la playa nosotros abordábamos, no sin batallar, una güagüa casi de contrabando para llegar a La Habana. 12 horas de viaje tocando el corazón de cada provincia sin nada más que un sándwich de jamón y queso, unas pastillas Halls y una botella de 600 ml de agua. Resiliencia... resignación, son lo mismo bajo ciertas circunstancias.

Cruzamos la isla con miedo de que sepan que subimos de contrabando y nos dejen a medio camino, con hambre. Ya entrada la noche en la terminal abordamos un taxi a Marianao, con el tío Tony, que ya no puedo decir Cuba sin pensar en su silueta desgarbada y voz gruesa. Nos recibe en la plaza. Cenamos como niños de hospicio.

Al día siguiente vamos a los hoteles para cambiar pesos por cucs (el contraste de la decadencia capitalista). Luego a la playa que no es playa, sino piedra de esa que mata borrachos. Hacemos snorkel, luego a fumar tabaco cubano, a beber ron. El santo se cobra su facho, escuchamos las historias del tío Tony y el sol de la habana nos quema igual que el de Torreón.

El regreso. Ducha, comida y un Cadillac al aeropuerto donde apuramos los últimos cucs en forma de café, habanos y cervezas para compartir. El viaje de alguna manera acabo al despegar el avión, aunque faltase pasar "La Cuchilla", llegar a torreón, contar los primeros taquitos en territorio nacional, atravesar la madrugada lagunera rumbo a nuestras casas, a los brazos amados. Despertar. La cotidianidad con resaca de magia.

Cuba es bella, grande, mágica la vimos de ida y vuelta salvo las meras puntas y tras tanto ver y hacer uno no puede no querer volver.

martes, 6 de marzo de 2018

El Tachuela, ep 1

El pay estaba de puta madre. Casi tan bueno como para compensar el pinche café.
Una calada al cigarrillo.
Toma la sección de clasificados. Busca algún trabajito para sacar la semana.
Viste una camiseta interior de tirantes, sus bermudas demasiado grandes y patas de gallo.
Suena el timbre.
Dios es bueno con él, siempre cae trabajo antes de tener que recurrir a la maquila o la casa de empeño.
Abre.
Del otro lado de la puerta una rubia chaparrita, de rostros cacarizo, sin un gramo de grasa y unas piernas despampanantes embutidas en leggins una talla más chica.
Le ofrece un asiento, pay, café y un cigarrillo.
Su voz en grave y sexy, coqueta.

Le habla de un robo a su tienda, dinero y papeles importantes, sospecha de un par de familiares que pudieran haber buscado el testamento de su abuela convaleciente en custodia suya.
Fijan la tarifa. Responde al coqueteo.
Hablan más del caso. Se acercan.
El tío Juan y el Tío Toño, quizás confabulados, con sus esposas o alguno de ellos actuando por separado. Se besan.
Debe mantener el testamento a salvo. Su abuela puede fallecer en cuestión de días.  El dinero y los bienes en juegos son absurdos
Fornican como animales.

- Igual te voy a cobrar - dice él.
- No hay problema - responde la güera

Se levanta sudoroso del sillón, va la mesa que funge como escritorio, saca una libreta, apunta todo lo que sabe respecto al caso. Come más pay mientras la güera se viste. Ha sido un buen día.

en mi casa vive una bruja

En mi casa vive una bruja. Es muy vieja, viejisima, antigua, antiquísima. Se le pueden oler los milenios acumulados en los pliegues de la ...