La
combinación es simple: dos gotas en cada ojo y un pase de polvo
rojo. El instante infinito tarda unos segundos en llegar. La luz
amarillenta del cuarto, el olor a moho, las paredes cafés se vuelven
eternas por la fracción más pequeña de tiempo que se pueda
percibir. Luego, la oscuridad.
Despierta.
Está
en el velero del negro. El sol brilla, hay pocas nubes y a la lejanía
se divisa un grupo de ballenas atravesando el cielo. Detrás de
la mesa ovalada el negro bebe whisky mientras el humo purpura de su
cigarrillo forma pequeños dragones que juguetean alrededor de su
cabeza.
Habla,
pero no alcanza a escuchar sus palabras. El negro responde, tampoco
lo escucha, sin embargo sabe lo que dice. Toma la mochila que está
sobre la mesa y salta por la proa.
Sirenas
e hipocampos nadan junto a él. En el fondo marino reconoce la
ventana. Nada hacía ella.
La
atraviesa. Emerge al otro lado de un charco. La gente lo mira
extrañada. La calle está repleta. Se encuentra en el barrio rojo de
La ciudad del diablo. Camina rumbo al local del Sátiro.
Se
escucha música, el tema de Lupin III. Sabe que alguien lo sigue.
Abre el gran ojo rojo de su nuca. Los ve a quince metros atrás de
él. Dos hombres de mezclilla y camisa a cuadros, sus auras sucias de
sangre y odio. Del otro lado, no duraría ni cinco minutos contra
esos dos, pero no están allá, están aquí y aquí él es el
profesional.
Sus
perseguidores notan el gran ojo rojo que los observa. Sacan cuernos
de chivo de los bolsillos de sus pantalones. La gente grita, corre,
busca refugio. La muerte es la muerte donde te encuentre.
De
la retina del ojo sale la cabeza de un dragón. Los encuadrados
disparan, el dragón abre la boca. Las balas son desintegradas por el
fuego, los perseguidores son reducidos a carne chamuscada y carbón
ardiente. El dragón regresa a su guarida.
La
cosa apenas comienza. Una bala impacta a un lado suyo. Hay más gente
de Mayito buscándolo. Otra bala proveniente de otro lado, Se
resguarda tras un pilar cercano. Una lluvia de plomo sobre él. Sube
en la motoneta roja y escapa a toda velocidad. Su gran ojo rojo le
permite esquivar los proyectiles con relativa facilidad. Dos
camionetas V8 y un helicóptero lo persiguen. Cinco pobres diablos en
cada vehículo.
Un
revolver en su mano. Apunta al helicóptero. Jala el gatillo. Ve
en cámara lenta el vuelo de la única bala que dispara
hasta que impacta en la frente del piloto. El helicóptero se
desploma. Las dos camionetas le pisan los talones. Acelera. Suben en
espiral por la montaña. Rompe y salta la reja de contención, caer
por el acantilado. Uno de los vehículos que lo persigue no alcanza a
frenar y lo sigue en su caída. Él cae, suelta la motoneta y se
planea como una ardilla hasta el arroyo del fondo. Escucha la
explosión de la camioneta al impactar con el fondo. Sale por el
charco de momentos antes. Corre hasta el Sátiro antes que
lo encuentren los hombres de Mayito.
La
música se detiene.
En
la puerta de aquella fortaleza lo espera Lucrecia.
Dentro
suena Fever, alguna de las incontables versiones que existen.
Lo
lleva a través de los pasillos aquel tugurio donde las fantasías
más increíbles y aterradoras se satisfacen. Personas de todo tipo
consumen las diferentes combinaciones posibles de polvo rojo, gotas e
inyecciones para lograr construirlas.
Sátiro
lo recibe en lo más profundo del edificio. Arroja la
mochila. Sátiro la abre. Está repleta de Euros. Sátiro
le da a cambio una mochila idéntica, llena de suficientes dosis de
polvo, gotas y ampolletas como para retirarse.
Toma
una ampolleta Echa la mochila a la espalda. Se despide
efusivamente del Sátiro prometiendo volver pronto. Entra al baño.
Prepara
media dosis. Clava la aguja en su entrecejo. Inyecta lentamente el
fluido. Es un arte alcanzar el siguiente nivel. Mira atentamente
su reflejo. Se acerca más. Primero sumerge la cara, cuello,
torso, piernas.
Sale
por el espejo de su baño. Atraviesa la puerta.
Se
ve a si mismo. Ha perdido peso. Deja la mochila a un lado. Se
recuesta en su cuerpo. Acompasa las respiraciones.
Abre
los ojos. Exhausto, baja la mirada. Ahí está la mochila, la abre
dentro están las doscientas dosis. Sonríe.