lunes, 5 de agosto de 2013

me lleva el carajo

- ¡Mierda! sabes, a veces siento que estoy por perder el control, deja tú el control, perderlo todo. Es como si caminará por el borde del precipicio y la tierra estuviera floja. Hubo un tiempo que no era así, creo que por algún tiempo, un par de años o algunos meses a lo menos, tuve las cosas bajo control: la renta pagada el primero del mes, una novia bonita, o lo que en ese tiempo creía que era bonita, pocos, pero buenos amigos, un auto que funcionaba la mayor parte del tiempo y un trabajo que amaba (quizás exagero un poco con esto último) -

Se seca el sudor de la frente con un pañuelo rojo. Se apoya en la pala y suspira.

- ¿Y ahora que tengo? me acuesto de vez en cuando con aquella chica loca o su hermana o ambas, y no es que me queje, pero ser un juguete sexual no es tan bonito como te lo pinta el porno, todos mis amigos se fueron de la ciudad antes de que mi vida se fuera al carajo y he tenido que regresar a vivir en casa de mi madre, pero hey, al menos la comida es excelente y ya no le llamo una vez a la semana, ahora puedo platicar con ella a la hora de la comida y creo que le gusta tenerme cerca -

Continua excavando.

- Vendí el auto, fue lo mejor, desde entonces he bajado unos veinte kilos... claro que también duré un poco de tiempo haciendo una comida al día. Jajajajaja, recuerdo que en una de esas los pubertos del sirlon estokei me atraparon cuando robaba las bolsas de comida del contenedor de basura. Uno se envalentonó pero lo mandé al suelo con un jab, su amigo me dio la billetera y salió corriendo, le quité la billetera al inconsciente, tomé mi bolsa de pure de papa con greivi y me largue lo más rápido que pude, Ja, con decirte que dejé de fumar con tal de no gastar.-

Del interior del abrigo negro saca una ánfora, desenrosca la tapa y da un largo trago

- Haaaaaaa, joder, nada como un poco de sótol para calarse el frío, quizás todos digan que no les gusta, pero es porque no lo han probado, te aseguro que no hay brandy más suave ni aromático que un buen sótol curado con violetas -

Guarda la ánfora, toma la pala, retoma su labor

- Seguro te preguntarás como es que todo se fue al diablo, fue por mi trabajo, dejas de tener un ingreso fijo y todo se va a la mierda. Maldito capitalismo. La gente pobre no tiene lugar en un mundo globalizado. El problema se vino cuando en la manifestación del dos de octubre del año antepasado. Unos alumnos me vieron, tomaron vídeo cuando se nos dejaron venir los granaderos y no me deje. Muchos compañeros huyeron en cuanto los vieron, pero yo no solté mi pancarta hasta que ya tenía las manos de dos de ellos encima de mí, lo que hice fue romperle el brazo a uno y la rodilla al otro, fue en ese momento que escapé, pero esos pequeños bastardos pusieron el vídeo en Internet y antes de darme cuenta el director de la universidad me estaba entregando personalmente mi finiquito, me llegó un citatorio de la PGJ, mis ahorros se fueron en indemnizar a los cerdos y pagarle a un abogado -

Deja de palear, suspira nuevamente.

- Sin trabajo, sin ahorros, vendí el auto un par de semanas después justo antes de que mi ex-novia me reclamase que no le podía comprar ni chicles ¿te imaginas eso? ¿qué clase de puta te reclama por chicles? en fin, luego me corrieron del departamento y renté en un vecindad de mala muerte, encontrar trabajo era imposible, solamente duré un par de meses en el turno nocturno de una franquicia de hamburguesas 24 horas, lo dejé cuando mi jefe vio el vídeo dónde golpeo a los policías, así duré meses yendo de un trabajo pinche al otro y con las cucarachas de rummeits, siempre corrido por culpa de un ese vídeo, ja en una ocasión el entrevistador se tomó una foto conmigo, pero ni así me quedé con el trabajo... -

Ríe, vuelve a cavar

- Todo por culpa de un par de mocosos morbosos y como siempre he sido algo vengativo, decidí cobrármela a la china. Fuera de un antro de esos que la cerveza más cutre cuesta cien pesos. El único testigo fue el anciano de los burritos, pero no iba a decir nada, lo noté sus ojos tras romperle la espalda a los dos bastardos. Después de aquello, ya con un poco de paz mental, tomé decisiones drásticas, deje la vecindad, y regresé a vivir con mi madre, hablé con ella y estuvo de acuerdo en mantener mi trasero un par mes, para recargar pilas, unas vacaciones de aquel infernal año y medio -

Deja de excavar. Te mira, sonríe.

 - Lo curioso es que cuando dejé de luchar las cosas mejoraron ahora que lo pienso, conocí a las chinas, la loca que te contaba y a su hermana, y pues no está mal el cotorreo con ellas. Me llego una oferta de trabajo, justo este, curiosamente gracias al vídeo, con lo que me pagaron voy a poder vivir muy bien por el resto del año y comprar una bicicleta, no pienso volver a pagar placas ni tenencia mientras viva, además, me dijo el patrón que si hacía bien lo de hoy, al siguiente encargo me pagaba el doble, creo que mi vida no esta tan del carajo ahora que lo pienso... jajajaja, me ayudó mucho platicar contigo, gracias.-


Arroja la pala, te toma de los hombros y te lanza dentro de la fosa. Silva "en las prisiones de Nantes" mientras te cubre con tierra.

martes, 9 de julio de 2013

Raúl




Suena Steve & Steve mientras la diosa morena y curvilínea entra al baño. Él la observa por detrás. La toalla enredada en su cabello a la usanza hindú y la minúscula blusa negra strapless que deja ver la frontera de sus nalgas.

Él yace en la cama. Si no fuera por la faena que acaba de terminar y amenaza con seguir encendería un cigarrillo. Por otro lado no tiene cigarrillos ni dinero para comprarlos. Tuvo suficiente suerte como para que esa chica se fijara en él.

- Acompáñame con un trago. Es mi cumpleaños - dijo la diosa mientras encendía un cigarrillo. El cantinero sirvió dos vasos de whisky. Él odiaba el whisky.
- A tu salud - dijo y vació de un sólo trago el contenido de su vaso.
- Nunca he pasado un cumpleaños feliz, siempre lloro antes de que llegue -  Pidió otros dos whiskys. Él bebió resignado a que peor era estar sobrio. 

Con los Montañeses del Álamo como fondo la escuchó hablar sobre un montón de ex-amantes ingratos, su familia tóxica y un trabajo tan depresivo como bien pagado.

- Acompáñame - dijo, él sorprendido y borracho tomó su mano. Subieron a un bien conservado chevy Biscayne. Dentro ella siguió hablando y él, tambaleante, asentía como hipnotizado por las luces de la ciudad mojada. Ella tomo su mano. Él sonrío.

Llegaron a una casa bonita, de esas que uno ve en las revistas.

Se pone de pie. Pasea por la habitación. Huele a sexo y geosmina. Por la ventana se filtra la brisa fresca de cuando ha dejado de llover. Es tarde, se escucha la regadera. Le duele el pene. La cartera asoma fuera del bolso. La toma. La abre. Toma su identificación. Ve su nombre, desconocido hasta ese momento.
Guarda la cartera. Regresa a la cama.

Afuera la lluvia recobra fuerza.
Ella se recuesta a su lado. Cae dormida.

Hurga en la alacena y en el refrigerador. Encuentra pan de centeno, pechuga de pavo y queso crema. Pone café y se prepara un sandwich.

Se enfunda la gabardina. Camino a la salida repara en una fotografía de ella. Veinte años más joven, pero con la misma expresión derrotada en sus ojos y sonrisa. A ella no se le da el ser feliz. La lluvia no ha cesado. Ella duerme en el piso de arriba. Se ciñe el sombrero.

El aire frío disipa los restos de la borrachera. Camina, tranquilamente bajo la lluvia pesada mientras su mirada se pierde en la infinita bruma lagañosa. Saca un cigarro, lo enciende con un Zippo, ambos obtenidos del bolso de ella. "Feliz cumpleaños, Raul" piensa al soltar el humo.

martes, 11 de junio de 2013

Fouquets

Avenida Colón, 102 norte.
En el consultorio del doctor Milan Martinez:

¿Qué tal si lo dejo todo?

Dejo el master, el trabajo, a mis amigos, a mis amigas.

Tengo suficiente dinero para un par de meses de renta y la despensa correspondiente. Pudiera ir a Guadalajara o al Distrito Federal, son lo suficientemente grandes como para simplemente llegar y hacer, hacer lo que sea, que más da... aunque no iría a hacer lo que sea.... no, debería empezar en la cocina de algún buffet chino... mejor aún en la cocina de un café de chinos, esos lugares preparan de todo. Lo más probable es que deba empezar como lava losa, pero está bien, hasta fregar platos tiene su buena dosis de zen y arte.

Va a ser duro... vamos, allá nadie me conoce y voy a iniciar en algo que nunca he trabajado... además... acá ya tengo un nombre hecho, un camino recorrido, cada mes sale mi nota en el periódico, tengo mis clases aseguradas... incluso es garantía que cada función tengo medio teatro lleno... ¿Voy a dejar eso por un sueño puñetas?

Además, DF y Guadalajara son ciudades monstruosas, no creo que ese ritmo de vida vaya conmigo... Monterrey ni hablar, allá la gente va tan rápido que ya se les diluyó el alma... O será que sólo busco excusas porque en realidad tengo miedo. No me cuesta admitirlo, tengo miedo, para que salir del estatus quo, para que jugármelo todo, si ya se que voy a perder... No tiene caso, tengo mucho aquí, tengo muchas cosas que hacer en este lugar como para simplemente botarlo todo a la basura.

"Ya puede pasar, joven, el doctor lo está esperando" .

Dos días después en la cocina del restaurante Fouquet. Número 99, avenida Champs-Elysées en París, Jean-Yves Leuranguer sonríe y estrecha su mano mientras dice "Soyez bienvenue dans notre cusine"



sábado, 6 de abril de 2013

Sueñele


La combinación es simple: dos gotas en cada ojo y un pase de polvo rojo. El instante infinito tarda unos segundos en llegar. La luz amarillenta del cuarto, el olor a moho, las paredes cafés se vuelven eternas por la fracción más pequeña de tiempo que se pueda percibir. Luego, la oscuridad.
Despierta.

Está en el velero del negro. El sol brilla, hay pocas nubes y a la lejanía se divisa un grupo de ballenas atravesando el cielo. Detrás de la mesa ovalada el negro bebe whisky mientras el humo purpura de su cigarrillo forma pequeños dragones que juguetean alrededor de su cabeza.

Habla, pero no alcanza a escuchar sus palabras. El negro responde, tampoco lo escucha, sin embargo sabe lo que dice. Toma la mochila que está sobre la mesa y salta por la proa.
Sirenas e hipocampos nadan junto a él. En el fondo marino reconoce la ventana. Nada hacía ella.
La atraviesa. Emerge al otro lado de un charco. La gente lo mira extrañada. La calle está repleta. Se encuentra en el barrio rojo de La ciudad del diablo. Camina rumbo al local del Sátiro.

Se escucha música, el tema de Lupin III. Sabe que alguien lo sigue. Abre el gran ojo rojo de su nuca. Los ve a quince metros atrás de él. Dos hombres de mezclilla y camisa a cuadros, sus auras sucias de sangre y odio. Del otro lado, no duraría ni cinco minutos contra esos dos, pero no están allá, están aquí y aquí él es el profesional.

Sus perseguidores notan el gran ojo rojo que los observa. Sacan cuernos de chivo de los bolsillos de sus pantalones. La gente grita, corre, busca refugio. La muerte es la muerte donde te encuentre.

De la retina del ojo sale la cabeza de un dragón. Los encuadrados disparan, el dragón abre la boca. Las balas son desintegradas por el fuego, los perseguidores son reducidos a carne chamuscada y carbón ardiente. El dragón regresa a su guarida.

La cosa apenas comienza. Una bala impacta a un lado suyo. Hay más gente de Mayito buscándolo. Otra bala proveniente de otro lado, Se resguarda tras un pilar cercano. Una lluvia de plomo sobre él. Sube en la motoneta roja y escapa a toda velocidad. Su gran ojo rojo le permite esquivar los proyectiles con relativa facilidad. Dos camionetas V8 y un helicóptero lo persiguen. Cinco pobres diablos en cada vehículo.

Un revolver en su mano. Apunta al helicóptero. Jala el gatillo. Ve en cámara lenta el vuelo de la única bala que dispara hasta que impacta en la frente del piloto. El helicóptero se desploma. Las dos camionetas le pisan los talones. Acelera. Suben en espiral por la montaña. Rompe y salta la reja de contención, caer por el acantilado. Uno de los vehículos que lo persigue no alcanza a frenar y lo sigue en su caída. Él cae, suelta la motoneta y se planea como una ardilla hasta el arroyo del fondo. Escucha la explosión de la camioneta al impactar con el fondo. Sale por el charco de momentos antes. Corre hasta el Sátiro antes que lo encuentren los hombres de Mayito.
La música se detiene.

En la puerta de aquella fortaleza lo espera Lucrecia.
Dentro suena Fever, alguna de las incontables versiones que existen.
Lo lleva a través de los pasillos aquel tugurio donde las fantasías más increíbles y aterradoras se satisfacen. Personas de todo tipo consumen las diferentes combinaciones posibles de polvo rojo, gotas e inyecciones para lograr construirlas.

Sátiro lo recibe en lo más profundo del edificio. Arroja la mochila. Sátiro la abre. Está repleta de Euros. Sátiro le da a cambio una mochila idéntica, llena de suficientes dosis de polvo, gotas y ampolletas como para retirarse.
Toma una ampolleta  Echa la mochila a la espalda. Se despide efusivamente del Sátiro prometiendo volver pronto. Entra al baño.

Prepara media dosis. Clava la aguja en su entrecejo. Inyecta lentamente el fluido. Es un arte alcanzar el siguiente nivel. Mira atentamente su reflejo. Se acerca más. Primero sumerge la cara, cuello, torso, piernas.
Sale por el espejo de su baño. Atraviesa la puerta.
Se ve a si mismo. Ha perdido peso. Deja la mochila a un lado. Se recuesta en su cuerpo. Acompasa las respiraciones.
Abre los ojos. Exhausto, baja la mirada. Ahí está la mochila, la abre dentro están las doscientas dosis. Sonríe.



lunes, 1 de abril de 2013

Impulso y tú

Bajas del camión. Ves un impulso pasar. Sabes que esta puede ser tu oportunidad. Síguelo  Corre. No, correr no sirve. Apresúrate por la bici. Monta. Ve más rápido. Te lleva demasiada ventaja. Cuélgate de la ranfla del vecino que va pasando por ahí. Lo sigues por toda la avenida Chapultepec. Ves como se mete a un café.


Llegas, Dejas la bici. Entras
"no puede entrar vestido así, joven" dice el portero al cerrarte el paso. 
Lo ignoras. Te toma de la ropa. Te arroja de regreso a la calle. 
Te arremangas, besos tus nudillos. Entras. Nuevamente eres arrojado a la calle. No eres rival. 
Intentas dialogar con el portero, convencerlo, amenazarlo, al final sólo funciona el soborno. 
No ves a impulso por ningún lado. No está en el baño. Cuando entras en la cocina. Escuchas la puerta de emergencia cerrarse. Corres. Sales. Lo ves alejándose a toda velocidad, nunca lo podrás alcanzar a pie, es demasiado veloz. Aun no has terminado de pensar eso cuando ya se ha perdido en la negrura del callejón. 


Al día siguiente lo esperas sobre Chapultepec. A la misma hora del día anterior lo ves pasar. Lo persigues, ahora se encuentran en igualdad de condiciones, sin ventajas. Rápidamente lo alcanzas, saltas de la bici y lo derribas. Intenta escapar pero lo retienes del cuello. Te intenta morder con sus colmillos. Aprietas. Te araña con sus garras. Te mantienes firme en su cuello. Te lacera con sus tentáculos, Aprietas más, más, hasta que su cuello truena. 
Se convulsiona entre tus manos.


Abres la boca tan grande como una pesadilla y muerdes su único ojo, Arrancas su único ojo. Tragas su único ojo. Muerdes más, arrancas más, tragas más, Muerdes, arrancas, tragas, muerdes, arrancas, tragas.
Cuando ya no queda nada de él, sientas que la piel te quema. Subes en tu bicicleta. Vas hasta la casa de ella. Estás listo para hacerlo. Tocas. Ella abre.
Lo haces.

viernes, 22 de marzo de 2013

Papalote


Acaricia el revólver lentamente, como si se tratara de otra cosa. Saca un cigarrillo. Ella no sabe que él está ahí; lo cree muerto a mano de sus federales, pero el diablo cuida de los suyos.

Lleva el cigarrillo a su boca, deja la pistola en el suelo y toma el encendedor. Mira en dirección de la ventana del penthouse. Está iluminada. Aún faltan un par de horas para que salga. Las heridas aun arden, duelen aunque ya no sangran. En sus ojos siente los rojos del diablo y recuerda el suelo encharcado de sangre, su brazo destrozado por un un calibre 50. “Termina el trabajo” fueron las palabras que sonaron en su interior antes de que el caído lo abandonara en medio de la masacre.

Fuma otro cigarrillo. La luz de la ventana continua encendida. Su vista se nubla. Debería dormir, pero es imposible, sabe que una vez que cierre los ojos no los podrá volver a abrir.

Sólo tiene seis tiros en el revolver, debe hacer que cada uno cuente. Aunque en realidad sólo necesita uno. Necesita café. Guarda el revolver bajo la camisa. Camina hasta topar con un supermercado. Pide un café y otra cajetilla, paga con un billete manchado de sangre.

El café le inyecta nueva vida. Recuerda.... recuerda la lluvia de plomo de los federales, su troca explotando a la verga. El calibre 50 reventándole desde los nudillos hasta el codo. Recuerda a su carnal sosteniendo el pentagrama y rezando los rezos de mamá Concha antes de que su cabeza estallara. Otro sorbo. Recuerda la camioneta negra, chocando patrullas, interponiéndose él y las balas enemigas. Lo recuerda bajando, sus botas negras, sus ojos rojos, infinitamente rojos. En la diestra una barret, en la siniestra el cuerno de chivo.

Bebe y fuma inmóvil en la caja del supermercado. Recuerda las trocas de los federales estallando. La risa del diablo con cada disparo, con cada enemigo derribado. El crecendo del éxtasis del fuego y la sangre. Aquellos ojos rojos clavados en él. Sus heridas cerradas. Las palabras del diablo mientras lo arrastraba hasta el cuerpo de su hermano. El revolver y la grapa infernal en sus manos, las palabras del diablo retumbando dentro de él.

Sus huesos tiemblan, es hora, sabe que cuando llegue, ella estará en la escalinata, el único momento, la única oportunidad de terminar el trabajo. Corre y desenfunda la colt.

La ve bajando por la escalinata. No esperaba que hubiera mas de dos camionetas de escoltas, en su lugar hay seis. Sólo tiene un tiro y lo sabe. Levanta el revolver, apunta. Una bala destroza su mejilla izquierda. Es acribillado a quemarropa. Cae en un charco de su propia sangre. Lo que quedaba de brazo derecho ya no está ni uno de sus ojos, en lugar de pie derecho sólo hay sangre chamuscada. El resto de su cuerpo es más una pulpa sanguinolenta que un humano.

Escucha las botas negras del diablo. Las ve a su lado. Todavía no, cabrón, escucha en su interior. Con lo que le queda de fuerza saca la grapa infernal. De la bolsa rota cae polvo fino y rojo, casi tan rojo como los ojos del diablo. Hunde lo que le queda de nariz en él. Uno de los escoltas se acerca para dar el tiro de gracia. Ve como se las heridas dejan de sangrar.

Las venas se le llenan de odio, de terror y muerte. El tiempo corre a otro ritmo, siente la furia de su hermano y el fuego del averno quemando su piel. Se levanta sin prisa. El escolta frente a él no da crédito de ese cuerpo arruinado de pie.

Clava el cañón de la colt en el ojo del profesional. Retuerce el cañón en el ojo hasta que expira. Jala del gatillo. El proyectil mata al instante a otro. Corre impulsado por el pie y el brazo que le quedan. Dispara una, dos, tres, cuatro, cinco veces más, seis cuerpos.

Llega frente a ella. La mira a los ojos murmura algo antes de asestar un único golpe. Un golpe en el cuello, con el cañón del revólver, un golpe que desgarra su piel y carne, que tritura sus huesos y hace que su cabeza vuele.

Recuerda el cuerpo destrozado de su hermano. Recuerda las amanecidas de cuando era adolescente. Las acampadas; Recuerda cuando nació  Recuerda su cabeza estallando. Recuerda los cuentos de mamá Concha y su cuarto oscuro. Recuerda cuando lo vio llorar. Recuerda cuando le regalo un papalote y lo alto que volaba. Recuerda su risa. Recuerda a su mamá. Recuerda a su mamá y su hermano. Recuerda a Lucrecia. Recuerda a su hermano. Recuerda el sepelio de su papá. La recuerda a ella. Recuerda al diablo. Recuerda la risa de su hermano y la de su madre.

Cuando las escoltas abren fuego él ya vuela en otros cielos.

en mi casa vive una bruja

En mi casa vive una bruja. Es muy vieja, viejisima, antigua, antiquísima. Se le pueden oler los milenios acumulados en los pliegues de la ...