Me voy a morir en el mar
azul, profundo, quizás ni siquiera sea azul, nunca he visto el báltico, y no
tengo idea de cuál sea el tono de azul que posea. Moriré aplastado por los
tentáculos de un calamar gigante. Seré viejo, mi barba larguísima y mi piel
correosa y llena de tatuajes cuyos significados habré olvidado para entonces.
Arpón en mano la bestia emergerá de las profundidades infernales, bendito el
destino que me dejará ver en toda su gloria a mi verdugo.
Las olas provocadas por el
azote del cuerpo de la bestia a su regreso al mar sacudirá mi bote y caeré de
bruces. Los tentáculos re-emergerán alrededor de la barca como pilares
lovecraftianos. Tomaré el arpón, vieja lanza marina oxidada y partemadres que
ya habrá sesgado la vida de incontables criaturas marinas.
Los tentáculos se enredaran en el bote y constreñirán la madera
hasta despedazarla. Yo caeré al mar con el arpón en mano, la verdad es que nunca tuve oportunidad contra ese rival.
Al intentar asirme de un
trozo de madera sentiré un tentáculo rodeando mi cintura, los ganchos en cada
ventosa desgarrando ropa, piel y órganos internos.
Finalmente me llevará a quince nudos, cálculo, con dirección a las profundidades. Combatiré a la bestia atravesando
el tentáculo que me habrá atrapado con el arpón diez o quince veces antes de perder las fuerzas a
causa de mi estómago hígado y costillas molidos. Al soltar el arpón levantaré
la mirada para ver la luz desapareciendo devorada por la oscuridad y el silencio en los que flotaré
por siempre.