lunes, 11 de diciembre de 2017

Noche fría (lado C)

 12 de diciembre. La noche fría. El sonido de cohetes a la distancia. El aire huele pólvora, alcohol y asado de puerco.
Él camina hasta el porche de un restaurante medio olvidado. Un cocinero sentado en el porche su restaurante espera la llegada de algún cliente cansado del asado y la sopa.
Llega. Pide lo de siempre. Charlan.
El cocinero le cuenta sobre la mujer de la bici. Sus visitas frecuentes; su semblante triste.
El parroquiano entristece. La extraña. Quiere correr a ella. No puede. Algo se lo impide.
El cocinero entra a preparar el pedido.
El parroquiano espera en silencio, espera a que pase la eternidad.
Recuerda cuando trajo a la chica de la bici por primera vez y como sus palabras se ahogaron cuando hablaron de aquella primera mañana en la que se fue sin más.
Recuerda cuando le dio el último adiós. Las lagrimas que nunca pudo llorar, pero que ella lloró por los dos.
Su comida llega. No tiene hambre, nunca la tiene, no necesita comer, pero es agradable sentir que hay algo dentro de él.
También llega ella, la chica de la bici.
Se contemplan en silencio. El se congela. Ella respira agitadámente. Las mejillas rojas por el viento helado. El vaho visible de su respiración. El temblor de las piernas por el esfuerzo hecho.
Adentró el cocinero sonríe.
"vine para que me encontraras" piensa él.
Ella habla. Reclama. Llora. Corre a él. Lo golpea, lo abraza, no se atreve a besarlo.
La temperatura baja aún más. No lo sienten.
La luna asoma por entre las nubes cargadas de nieve.
Se desprenden. Se miran. Callan.
Él debe irse. Su existencia es absurda, una aberración.
Quizás eso no importa...
Quizás lo pueda arreglar...
Quizás pueda ser normal...
"Esta noche termina. Sea como sea esta noche termina" piensa. Debe encontrarlo, al autor de todos sus males, de su condición inexplicable, de su cobardía, de sus malas decisiones.
La besa, le hace una promesa que solamente ella escucha. Toma la bicicleta en que ella llego y le pide que la espere.


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