domingo, 24 de mayo de 2009

Un cuentito de Gangsters


La plaza estaba llena de visitantes, personas de todas las edades estratos y mundos, jóvenes, niños, adultos, ancianos, pachucos, cholos, cherrys y demas.

En el kiosco del centro de la plaza tocaba la banda municipal un homenaje a Glenn Miller en tanto los jóvenes marcaban el swing.

Giorgio D'Uyervidez bebia en tanto una gaseosa de durazno en el estanquillo de Mercedez. Observaba con ojos de halcón el andar de Don Julio Smezza y sus secuaces, conocidos y temidos gangsters de la ciudad. Hacía tiempo Julio Smezza y su banda se encargaron de liquidar al grupo de narcotraficantes mas grande del país de la ciudad. Fue una guerra sin cuartel, sangrienta y en la cual los "dealers" no tuvieron oportunidad ante la brutalidad del viejo Julio. Desde entonces la ciudad así como toda la región había quedado en mano de los Smezzas. Cosa que en lugar de haberle dado un respiro a la ciudadania había empeorado los abusos y el terror. Los Smezzas ciertamente eran brutales y hábiles en lo suyo pero carecían de honor, eran demasiado codiciosos, no respetaban las tradiciones.

Giorgio había sido parte de esa brutalidad, durante años fue conocido como "el martillo", había sido clave en la aniquilación de los "dealers". Por lo general era de temperamento tranquilo, amable y cordial, pero bastaba la mas leve predicación para desatar en el una locura por demás patológica que le permitía realizar los actos mas sangrientos y horrorizantes que persona alguna pudiese imaginar o experimentar. A parte era hábil asesino, sigiloso, diestro en el uso de revolver, cuerda y navaja.

Ese día Giorgio quería cobrarse la vida de Julio Smezza, estaba harto de ver como el resto de la familia atropellaba al pueblo, cansado de ver esa semi-tiranía, a la que nadie tenía el valor de oponerse. Giorgio era un hombre justo, quizás psicotico y altamente peligroso, pero justo como nadie, jamas se cargo a nadie que no lo mereciera, y su pronto por expirar jefe se la venía mereciendo desde hacía un buen rato.

Camino hacia don Julio. Lo saludo mientras se acercaba. Julio Smezza lo recibió con una sonrisa. Lo demás paso demasiado rápido. Giorgio saco de sus bolsillos en una fraccion de segundos, un par de pistolas automáticas que vació en las caras y pechos de la guardia de Don Julio. El anciano aun no se daba cuenta de lo que había pasado cuando Giorgio le rebano el pescuezo con un cuchillo.

Quince segundos después Giorgio se perdía entre la multitud de la plaza. Nadie se percato de quien había sido el asesino, fue demasiado rápido. Giorgio pensaba camino al cadillac "sorry boss, pero al mundo le sobran hijos de puta"

Durante la semana siguiente la familia Smezza fue liquidada uno a uno ante el ojo del publico. La familia quedó reducida a mujeres y niños.

Desde aquella semana sangrienta que la ciudad nunca olvidara, empezó una nueva era. Con los servidores públicos permanentemente amenazados por alguien de muerte la ciudad pronto llegó a ser casi una utopía.

El buen Giorgio ya está algo viejo, pero nunca deja de visitar a cada nuevo presidente municipal para darle a entender como deben funcionar las cosas, por cierto el prepara la mejor pizza en todo el centro histórico, uno de los lugares obligados a visitar en la ciudad, toda la comida es excelente, pero la pizza es otra cosa.

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En mi casa vive una bruja. Es muy vieja, viejisima, antigua, antiquísima. Se le pueden oler los milenios acumulados en los pliegues de la ...