domingo, 17 de octubre de 2010

Kiss 2010


Corría el año de 1998 cuando vi por primera vez el video de Psychocircus y descubrí lo que se convertiría en una filosofía de vida. Un año después la noticia de su gira de despedida (era joven y no sabía que esas giras son como la muerte de los súper héroes de comic). En aquella época era demasiado joven para ir. Esta historia se repitió en 2004 bajo la premisa de la falta de dinero. En 2010 no hubo problemas.

Hace calor, ya van varios días que comenzó el otoño pero se siente peor que la mitad de la primavera. En la intersección de Acuña y Matamoros vamos subiendo de uno en uno al autobús que nos llevara a monterrey.

El grupo ahí reunido es heterogéneo: adultos mayores; adultos jóvenes; hay más de una cabeza canosa; numerosos adolescentes y varios menores de diez años de edad. Me gustaría saber cuantas personas faltaron a su trabajo con o sin permiso, cuantas clases fueron saltadas, exámenes perdidos y tareas se quedaron sin entregar por este concierto.

Hay quienes viajan con mochilas, otros con bolsas de supermercado e incluso quien lleva loncheras conmemorativas de la gira del 99.

Ya todos dentro y motor en marcha el grupo se vuelve homogéneo. Las distinciones de de edad, genero, estrato social o tribu urbana se quedaron fuera del autobús. Ahora todos en este autobús tenemos 17 años, estamos emocionados con el sentimiento y la expectación que se siente a esa edad cuando se esta tan cerca de ver a una leyenda.

El viaje es largo y lo dvd’s están rayados.

Paramos en un siete onceavos para surtir cerveza, tabaco y vaciar las vejigas.

En punto de las 6:15pm bajamos del incomodo autobús. Después de tomarnos la foto del recuerdo caminamos como rebaño de camisetas negras (la mía es gris) al auditorio.

Pintan caras de a gratis, hay edecanes a pedir de boca y más de una nena rockera digna de admiración.

El concierto se acerca estrepitosamente y somos decenas enteras lo que seguimos esperando por el maquillaje gratuito. Durante la espera pasan incontables fanáticos, villa melones y devotos de la banda, algunos vienen recién salidos del trabajo, otros pasaron todo el mes confeccionando el vestuario de su integrante favorito, un buen numero paso mas de una hora frente al espejo aplicándose el maquillaje.

La música, la comunidad rockera, la expectación. Es tal y como en las películas y documentales, como en los sueños de adolescencia.

Cerveza sol a 35, 75 y 80 pesos… la noche será de abstinencia.

Para cuando entro al foro esta tocando Envy, banda canadiense de esas que suelen sonar en el MTV, pasan sin pena ni gloria a pesar de entregarse enteramente al publico. Tremendo paquete que se echaron al abrirle a unas de las bandas icónicas del rock. Se bajan del escenario y comienza la espera para el espectáculo más ardiente en la tierra.

De tanto en tanto salen los roadies a escena para jalar un cable o conectar otro. En cada ocasión que uno es visible, el público clama por la banda, se desgarra la garganta. Pero eso es como pedirle a las nubes que llueva.

Suena ambientalmente My generation de The who cuando cae una manta gigante para cubrir el escenario. Se lee el nombre de la banda en letras plateadas gigantes. Detrás de mi pasa una milf y se me antojan unos nachos.

La ultima pieza ambiental es Inmigrant song. Alcanzo ver a mi flanco derecho una nena fresa fuera de lugar, sus labios son rojos, tan rojos como permite la industria cosmética e igualmente antojables.

Termina Inmigrant song y el recinto es envuelto por las tinieblas. Sólo las gigantescas letras plateadas del escenario emiten un poco de luz, de pronto caen.

Es entonces que pasa: Es el desborde las pasiones en la colectividad. Es Modern day Delilah la canción que nos vuelve locos. Desde mi lugar siento el calor abrazante de la pirotecnia. Los bellos de mis brazos retumban a cada guitarrazo y mi corazón late con la fuerza y ritmo del bombo.

House on fire, Crazy nights y un montón más de canciones, el fuego, la luz, la neblina artificial nos llevan al borde del éxtasis.

Gene se para en el centro del escenario. Esta solo. Gira su mirada como si algo lo acechara, entra en el trance y vomita sangre, luego se eleva por los cielos. Nosotros simples espectadores lo aclamamos como si fuera un Aquiles, Héctor, Perseo o Kratos.

Paul Stanley ondea una bandera mexicana y con un muy gringo acento grita “Viva Mexicou” Los presentes bramamos eufóricos y damos el verdadero grito de independencia.

Love Gun y me desgarro la garganta, recuerdo inevitablemente la película Detroit rock city. Un par de rolas después cierran oficialmente el concierto con esa misma canción y la arena se llena con el olor de 5000 orgasmos simultáneos.

El escenario esta vacío y a oscuras. Así dura algunos minutos. Y entonces regresan ellos. Las leyendas. Se suceden canciones como I was made for living you, God gave rock and roll to you (canción que me hace llorar como quinceañera hormonal).

Es entonces que llega el último track. Rock and Roll all nite and party everyday grita Paul Stanley antes de comenzar la canción y aquello se convierte en una experiencia onírica. Llueve papel, se levantan columnas de fuego, Gene y Tom se elevan en el aire. Es el sueño. Es la leyenda frente a mis ojos.

En un parpadear todo termina. Me encuentro en el autobús comiendo una bolsa de frituras sabor a queso. Lo único que queda es la sensación de haber estado ahí, el maquillaje corrido, doscientos pesos de parafernalia en mis bolsillos y la garganta adolorida.

Lo recuerdo y se siente como un sueño, pero el llavero en mi escritorio es el recordatorio de que estuve ahí.

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En mi casa vive una bruja. Es muy vieja, viejisima, antigua, antiquísima. Se le pueden oler los milenios acumulados en los pliegues de la ...