miércoles, 24 de abril de 2019

en mi casa vive una bruja

En mi casa vive una bruja.
Es muy vieja, viejisima, antigua, antiquísima.
Se le pueden oler los milenios acumulados en los pliegues de la ropa.
Viste con trapos casi tan viejos como ella que la cubren casi toda, lo único descubierto son la larga cola escamosa y el hocico de saurio.
Así de vieja es.

La primera vez que la vi fue una noche de tormenta.
Los truenos no me dejaban dormir.
Estaba por ir al cuarto de papá cuando vi una mota de luz flotando a un lado de mi cama.
Lentamente se hizo más grande.
Me oculté bajo la cobija.
Pude olerla y escucharla caminando con dificultar como si atravesara una vieja puerta de madera. Asomé por debajo de la cobija.
Quería gritar, pero con un movimiento de su mano me selló mi boca.
La bruja aspiró y el miedo desapareció. La sentía junto a mi, tan presente como los truenos que rugían sin descanso. Caí dormida sin darme cuenta.

Por la mañana le conté a papá, pero no me creyó.

Cada vez que algo me espantaba el sueño como el haber visto una película de miedo o azotaba una tolvanera muy fuerte me visitaba la bruja para devolvérmelo. A veces llegaba en su mota de luz, otras caminando por el pasillo que lleva a la cocina.

Cuando le platicaba a papá el insistía en que yo lo soñaba todo.

La otra noche escuché a papá teniendo un mal sueño, me asomé a su cuarto. Toqué su frente, tenía fiebre y dolor, deliraba. A la media noche la mota de luz apareció.
La bruja se acercó hasta papá con pasos pesados de millones de años, arrastrando su cola. Aspiró sobre su cabeza. Dejó de quejarse, la fiebre desapareció, el gesto de papá era de paz y descanso absoluto.

La bruja caminó a la cocina.
La seguí en silencio. Ella sacó el pan, la mermelada y la crema de cacahuete de la alacena.
Con calma  preparó un sándwich a la luz de la luna.
Comió en silencio. Al terminar de comer me sonrió y caí en un dulce sueño.

En mi casa vive una bruja que tiene al menos 65 millones de años, le gusta comer pesadillas y sándwiches de crema de cacahuete con mermelada. Por eso siempre dormimos bien y la mermelada dura poco.


miércoles, 9 de enero de 2019

Chambita

Desayuna un pay que contrasta con el agua de calcetín en la taza.
Le da una calada honda al cigarrillo antes de abrir la aplicación de anuncios clasificados en el teléfono.

Viste con bermudas, camiseta interior, chanclas de pata de gallo y pulseras huicholas para alejar a los malos espíritus y atraer la buena fortuna que se manifiesta en forma de timbrazo en la puerta. En dos pasos atraviesa comedor, cocina, sala y recibidor de su ínfimo penthouse de vecindad.

Abre. Ahí una rubia chaparrita de rostro cacarizo, pero bonito, cuerpo fitness y unas piernas despampanantes embutidas de milagro en unos leggins quizás demasiado ajustados le sonríe.

Siempre le caen las chambitas buenas antes de tener que pensar en ir a la maquila o al empeño.
La pasa. Le ofrece un asiento en su mesa, le sirve café horrendo y la güera habla con voz ronca y sexy de su triste vida privilegiada, de los millones de su moribunda abuela y los planes de algunos miembros de la familia para desaparecer el último testamento donde se asume ella recibe casi la totalidad de la riqueza de la abuela.

Un trabajo sencillo, cuidarla a ella, encontrar y proteger el testamento hasta que la abuela muera y hagan lectura. Fijan el pago por hora. Cierran el trato. Él coquetea, ella responde y fornican como animales.

La güera duerme. Él saca sus herramientas del closet: una botella de aguardiente, el revólver y su muvieri de cuervo (vara ritual huichola) . Calmadamente carga la pistola.
Siente una presencia siniestra acercándose a la puerta. Apura el último trago de café frío seguido de un buche de aguardiente.
En la mano derecha empuña el muvieri, en la izquierda el revólver.
Sonríe frente a la puerta. Siente el mal encarnado enviado para dar caza a la rubia. Estos son los trabajo que le gustan. Se encomienda al Dios venado.
Aún dormida la güera no tiene idea de la que está por armarse.

Él abre la puerta.

martes, 8 de mayo de 2018

Galletas y tele

Las galletas siempre se acaban demasiado rápido. Extraño cuando era niño y las cajas de galletas eran eso, cajas atiborradas de galletas. Eran cajas chonchas. Uno podía meter la mano durante toda tarde y no se acababan. Ahora sólo traen unos cuantos paquetes en papel metalizado que no rinden ni para el opening de la caricatura/serie/película en turno.

Era pequeño, aún no iba a la escuela.
Recuerdo la televisión. La transmisión iniciaba al medio día, antes de eso, sólo era estática. Me gustaba verla. El ruido me relajaba. Y a veces podía ver figuras en el "ruido". Cómo fotos calcadas en el ruido blanco, apenas perceptibles. Me gustaba estar ahí sentado, comiendo galletas, cazando aquellas imágenes. Sentía paz completa.
A veces era como si esas imágenes supieran que yo estaba ahí y "las personas" de la imagen se acercaban a verme.
A veces los sentía, observándome, cómo cuando el abuelo me veía jugar en el patio.
Incluso sentía su voz por debajo del ruido, pero no podía entender lo que me querían decir.
Llegué a soñar muchas veces con el ruido, en esos sueños las imágenes y voces de las personas del otro lado eran más claras aunque seguía sin distinguir rostros o palabras.

Cuando empecé a ir a la escuela deje de ver el ruido blanco. Olvidé las imágenes y a las personas del otro lado, la paz. El mundo cambia hasta que ya no puedes reconocerlo.

Pero esta caja llena de galletas es como si un pedacito de aquel mundo siguiera vivo. Hoy lo recuerdo todo, recuerdo esa paz. Me doy cuenta que siempre han estado ahí, las personas del otro lado.
Deja prendo el televisor
Ahí están. ¿Los ves? ¿Los escuchas?
Al fin puedo entender lo que dicen, ver sus rostros.
Nunca se fueron. Me recuerdan.
Espera, quieren entrar.
Ya sé cómo. Les voy a abrir la puerta.
Espérame aquí.

lunes, 23 de abril de 2018

Ardilla Amarilla 2018

A poco más de un mes para cumplir dos años con el local de la Ardilla Amarilla y 4 con el proyecto me he dado cuenta que en la Ardilla Amarilla hacemos una pizza que celebra nuestra identidad lagunera. La laguna es una región que nace del encuentro de muchas culturas, de trabajo duro y curiosamente la principal aportación lagunera a la gastronomía nacional es el pan francés que lleva los mismos ingredientes que la masa con la que preparamos todos los estilos de pizza que ofrecemos en la Ardilla. No buscamos hacer una pizza idéntica a la de Nápoles (estamos muy lejos de eso) o exactamente como la de NY o cualquier otro lado ni mucho menos parecernos a lo que los grandes corporativos ofrecen. Nuestra pizza define su identidad y estilo en lo que creemos que es lo mejor que podemos hacer, en nuestro esfuerzo y amor por nuestro producto. La pizza tiene muchas formas, se adapta a donde llegue y todas esas raíces nos inspiran para ser pizza lagunera

lunes, 2 de abril de 2018

Yorsh

Se fue. Ya murió
Se acostó a dormir
y no despertó.

AH! PINCHE YORSH, nomas a ti se te ocurre morir en domingo de resurrección. Te conocía y sé que fue un poco un acto de poética crítica ¿Pero para que te mueres? Galaor de 3 pesos, Persibald en tiempos de hambre, cid campeador en caricatura de periódico local.

¿Te acuerdas cuando íbamos por todo Torreón a velocidad de imbéciles en el chevy, con la música a todo volumen y más sobrios que una limonada mineral? Hubo un día que después de clases en el tec fuimos a mundo vid sólo para no comprar nada y hablar con el dependiente de peleas hipotéticas entre personajes ficticios. Luego me marcó mi hermana, tenía que estar en su escuela en 20 minutos. Subimos a lo Duke de Hazzard al chevy. Le subimos al volumen y fuimos a toda velocidad. A dos cuadras de la casa te pasaste al asiento de atrás mas tomamos una curva y tu esquelético culo quedo colgando de la ventana. llegamos al umbral de la casa, subimos a mi hermana y enfilamos al centro para dejarla justo a tiempo en su prepa.

El tema de nuestras andanzas siempre fue el intro en versión ska de Lupin III, tu eras Jiren, Mayo se identificaba con Goemon y yo por lo extrovertido Lupin. Tres para los profes más cabrones, para almorzar gordas con jugo Lala. Tras para deambular por las noches, sin beber alcohol ni preocupaciones. Sólo caminando por las calles de aquel Torreón tranquilo. Platicando de todo y nada.

Crecimos ¿no es así Yorsh? y nos separamos sin dejar de estar todos juntos, sólo sin vernos. Después de un rato te fuiste para Reynosa y si nos veíamos cada tanto. Pero ya sin tener nuevas andanzas. Nos aseñoramos un poco. Y la vida se nos hizo rutina. Hasta que a ti se te acabó. Pinche Yorsh, para que te morías cuando estabas por empezar tu mero desmadre, cuando ya tenías quien te amara, cuando ibas a dejar ese trabajo que hace años no te latía, cuando estabas ayudando tanto a tu familia.

Mi pinche Galaor de tres pesos, lo bueno fue que coincidimos y ahí le dimos un rato y que mientras estuviste le aportaste locura y virtud a este mundo raro. Y aunque ya no estés carnal, seguimos siendo Legión.


sábado, 31 de marzo de 2018

croníquita a Cuba y de regreso

Vamos, dale, levántate que son las 7:40. Corre a la central de abastos. Surte, compra, transporta.
 13:00 Pizzería. Regresa a casa. Ya están todos ahí. Abordar.

Es al pasar "La Cuchilla" que uno se siente fuera del hogar, en desierto ajeno, e inicia el viaje.

Monterrey. La noche. Un departamento inusual. La Soriana al lado y la carnita asada en el balcón. El ritual sagrado del fuego disfrazado de cena. El sacrificio de la carne, del fuego, cerveza y tabaco.

Aeropuerto. Turbulencia. La Habana.
La silueta del Tío Tony.
Tony es un como si mezcláramos a partes iguales a Anthony Bourdain, al viejo de "El viejo y el mar con un toque de punk a lo Johnny Rotten.
Llega con su aura de amor, buena vibra, de rock and roll a lo cubano y cigarros criollos.
Llega con los brazos abiertos y luz radiante de su piel curtida de pescador.
Nos hace familia con el abrazo de su voz grave y cálida.

No hay nadie más que él y Joaquín. Nos abren su casa que no está en La Habana. Marianao el mero corazón de la cubanidad, de la realidad, de la pizza de 12 pesos, del wifi en la plaza, del ron en tetrapak, del carro antiguo, de la perfecta belleza cubano, del reggaeton vivo en las calles, de la sensualidad y los cigarros sin filtro, del refresco bien frío en lata a 15 pesos y el pomo de agua a 45.

Caminamos por todo Marianao. Gozo y cansancio. Otro mundo donde cada cafetería y estanquillo vende lo mismo: cerveza, refresco, cigarro y ron. Las panaderías son del estado. Todo lleva ya cuatro horas cerrado. No me atrevo a tararear las canciones de Carlos Puebla porque allá todos tienen un sentir distinto respecto al sistema. No canto las canciones de Babalú Ayee ni de Changó porque allá se sienten sus presencias y no los quiero ofender.

Descansamos. Cenamos, la comida cubana es sencilla, intensa, sabrosa como la música.

9:00am vamos a La Habana vieja, la belleza es desbordante, la música, la cerveza, los mojitos, el arte, la arquitectura nos embriagan, nos fatigan como una cortesana querendona, como la trampa para turistas que es. Nos cae la noche. Cae la cena. Vamos a la plaza al wifi. Vamos a descansar.

Tomamos un Cadillac para llegar al punto de encuentro. Llega la güagüa del festiva. Llegamos a Matanza, ciudad costera, bellísima desde la ventana. La compañía que recogemos empieza a armar el partybus.

Cerca de Camaguey dejo mi celular olvidado en un baño por ir a buscar papel higiénico que nunca encontré. El desapego es más fácil en el extranjero. Seis horas más de camino.
Llegamos, cenamos, bebemos, dormimos.

La invasión de los zapatones por la mañana, decenas de payasos en un desfile que inaugura el Taller Internacional. Una mesa redonda que nos presenta un sinfín de detalles sobre Chaplin y, cómo sin saberlo somos su legado y aprendices. Talleres. Comida. Función de la obra nueva del organizador del festival, la que es un despliegue vertiginoso del arte del payaso, acelerada, explosiva y divertida que lleva al limite los recursos más simples.

La noche, el clownbaret, grotesco, erótico, mágico, musical, que nos hace temblar, reír, llorar y cagarnos pa' dentro un poco. La contestación, mas no reproche de las canciones de Carlos Puebla y al menos para mí una muestra de lo que puede ser la escena. Pomo de refresco adulterado y rumba incluida. Magistral.

En el desayuno empieza a bullir la química entre los asistentes al taller.
Talleres, comida, función, cena, función y noche de rumba.

De cada función una semilla, herramientas, el saber que hay cientos de cosas que se pueden hacer. El concepto de Rigor, el respeto infinito al trabajo, el talento en los talleres. La risa de los compañeros. El ron y la cerveza fluyendo por las noches. El baile. Una convención de locos celebrando en la escena.

Y a lo largo de los días vemos:
Una obra monólogo que desarma los cuentos de hadas.
Un clown-Buffon grotesco que domina la calle, al público e improvisa una narrativa hermosa y nos trae a risotadas.
Unos ruguayos con un clown poético, abstracto casi chejoviano que me deja pensando y gozando hasta el día de hoy.
Los hispano-colombianos con un show tan simple y a la vez riquísimo, lleno de energía y risa.
Un gran trabajo de "Rupreste" gracias al trabajo en equipo.

Lalo y yo partimos antes. El sábado temprano, cuando todos iban a la playa nosotros abordábamos, no sin batallar, una güagüa casi de contrabando para llegar a La Habana. 12 horas de viaje tocando el corazón de cada provincia sin nada más que un sándwich de jamón y queso, unas pastillas Halls y una botella de 600 ml de agua. Resiliencia... resignación, son lo mismo bajo ciertas circunstancias.

Cruzamos la isla con miedo de que sepan que subimos de contrabando y nos dejen a medio camino, con hambre. Ya entrada la noche en la terminal abordamos un taxi a Marianao, con el tío Tony, que ya no puedo decir Cuba sin pensar en su silueta desgarbada y voz gruesa. Nos recibe en la plaza. Cenamos como niños de hospicio.

Al día siguiente vamos a los hoteles para cambiar pesos por cucs (el contraste de la decadencia capitalista). Luego a la playa que no es playa, sino piedra de esa que mata borrachos. Hacemos snorkel, luego a fumar tabaco cubano, a beber ron. El santo se cobra su facho, escuchamos las historias del tío Tony y el sol de la habana nos quema igual que el de Torreón.

El regreso. Ducha, comida y un Cadillac al aeropuerto donde apuramos los últimos cucs en forma de café, habanos y cervezas para compartir. El viaje de alguna manera acabo al despegar el avión, aunque faltase pasar "La Cuchilla", llegar a torreón, contar los primeros taquitos en territorio nacional, atravesar la madrugada lagunera rumbo a nuestras casas, a los brazos amados. Despertar. La cotidianidad con resaca de magia.

Cuba es bella, grande, mágica la vimos de ida y vuelta salvo las meras puntas y tras tanto ver y hacer uno no puede no querer volver.

martes, 6 de marzo de 2018

El Tachuela, ep 1

El pay estaba de puta madre. Casi tan bueno como para compensar el pinche café.
Una calada al cigarrillo.
Toma la sección de clasificados. Busca algún trabajito para sacar la semana.
Viste una camiseta interior de tirantes, sus bermudas demasiado grandes y patas de gallo.
Suena el timbre.
Dios es bueno con él, siempre cae trabajo antes de tener que recurrir a la maquila o la casa de empeño.
Abre.
Del otro lado de la puerta una rubia chaparrita, de rostros cacarizo, sin un gramo de grasa y unas piernas despampanantes embutidas en leggins una talla más chica.
Le ofrece un asiento, pay, café y un cigarrillo.
Su voz en grave y sexy, coqueta.

Le habla de un robo a su tienda, dinero y papeles importantes, sospecha de un par de familiares que pudieran haber buscado el testamento de su abuela convaleciente en custodia suya.
Fijan la tarifa. Responde al coqueteo.
Hablan más del caso. Se acercan.
El tío Juan y el Tío Toño, quizás confabulados, con sus esposas o alguno de ellos actuando por separado. Se besan.
Debe mantener el testamento a salvo. Su abuela puede fallecer en cuestión de días.  El dinero y los bienes en juegos son absurdos
Fornican como animales.

- Igual te voy a cobrar - dice él.
- No hay problema - responde la güera

Se levanta sudoroso del sillón, va la mesa que funge como escritorio, saca una libreta, apunta todo lo que sabe respecto al caso. Come más pay mientras la güera se viste. Ha sido un buen día.

en mi casa vive una bruja

En mi casa vive una bruja. Es muy vieja, viejisima, antigua, antiquísima. Se le pueden oler los milenios acumulados en los pliegues de la ...