Estaba sentado en mi escritorio escuchando un disco de reciente adquisición pirata y analizando rutas de desplazamiento para un viaje cercano cuando sonó el celular “hey man, wanna go to the game? i got tickets” dijo el gringo que estaba al otro lado de la línea.
Veinte minutos después los dos gringos y el mexicano llegamos al estadio revolución, pequeño y casi mágico parque del equipo de baseball local. Ni siquiera el hecho de haber llegado durante la quinta entrada nos hizo deliberar o ordenar mas rápidamente los tortillones de carne asada, grown mans arm size, que serían la cena de la noche. Durante la deliberación-orden-espera de la cena vimos pasar a las porristas del equipo, sin duda a veces la distancia es el mejor maquillaje.
Asientos cerca de la linea de home a primera base, el equipo perdiendo por cuatro carreras cuando nos sentamos, llegue sin mucha esperanza de ver un partido digno, ni hablar de que ganaran los locales, pero en la baja de la sexta con vuela-cerca, el marcador se cerro 6-4 y pensé que se lograría dar la vuelta. Para la séptima entrada ya llevaba la mitad del tortillon y comenzaba a enchilarme por la salsa verde.
Fue en esa entrada que entro en el estadio silver king, conocido mas célebremente como Ramses en nacho libre, luchador de la dinastía de los Wagner, desenmascarado al menos en 2 ocasiones y al que tenía en buen concepto, énfasis en tenía.
Acompañado de las porristas iba repartiendo volantes para la función de lucha que tendría lugar el sábado de aquella semana, por el lado contrario se acercaba el pollo mascota seguido por numerosos niños. Se sentía la expectativa de ver un buen show por parte de los dos.
Repartiendo la atención entre el juego y la dupla del pollo/silverking, me toco ver el momento preciso en el que Silverking levantaba al pollo por sobre su hombro y lo soltaba. Vi caer al pollo casi en cámara lenta, la postura del pollo denotaba que estaba sorprendido por lo que estaba pasando. Soy fan de la lucha libre y se cuando un movimiento va a terminar en herida, reconocí esa caída como una que pudo haber terminado una carrera luchistica.
El pollo no se paro por un par de minutos, desde nuestros asientos esperábamos que estuviera bien, al mismo tiempo que nos deshacíamos en insultos al luchador, pendejo, asshole, connard, de ahí no bajo.
Finalmente la mascota del equipo logro levantarse, nunca se quito la cabeza de la botarga, era un pollo con honor eso estaba bien claro. Al menos durante ese juego ya no regresaría.
En la octava entrada el equipo visitante anoto otras dos carreras, el juego de los locales se descompuso, parecía que la novena se jugaría por puro compromiso, yo ya estaba listo para irme cuando el juego dio un giro inesperado en la baja de la novena, lo locales sacaron la casta, en un abrir y cerrar de ojos la cuenta era de 8-7.
Toda la atención estaba sobre el pitcher contrario de apellido Lavigne, los gringos y yo gritábamos a tope pidiendo skater boy, pero no eramos los únicos, el estadio mucho mas vacío que medio lleno estaba haciendo una cantidad de ruido nada despreciable, pocos pero locos, pensé en algún momento de la entrada. Hombres en primera y segunda, dos outs en la pizarra y yo con los puños bien apretados esperando el batazo decisivo, el que diera la vuelta al juego. Un hit, un batazo bien colocado, un cuadrangular, lo que fuera. Terminar la mala racha, soñar con playoffs.
El pitcher lanzo, el bateador conecto casi picando, batazo que fue atrapado en corto por el mismo pitcher quien con toda la calma del mundo la envío a primera así como nosotros nos encaminamos a la salida. Sin mascota y con los play offs viéndose cada vez mas lejos. Lo peor es que seguía con ganas de comprar el jersey del equipo.
Veinte minutos después los dos gringos y el mexicano llegamos al estadio revolución, pequeño y casi mágico parque del equipo de baseball local. Ni siquiera el hecho de haber llegado durante la quinta entrada nos hizo deliberar o ordenar mas rápidamente los tortillones de carne asada, grown mans arm size, que serían la cena de la noche. Durante la deliberación-orden-espera de la cena vimos pasar a las porristas del equipo, sin duda a veces la distancia es el mejor maquillaje.
Asientos cerca de la linea de home a primera base, el equipo perdiendo por cuatro carreras cuando nos sentamos, llegue sin mucha esperanza de ver un partido digno, ni hablar de que ganaran los locales, pero en la baja de la sexta con vuela-cerca, el marcador se cerro 6-4 y pensé que se lograría dar la vuelta. Para la séptima entrada ya llevaba la mitad del tortillon y comenzaba a enchilarme por la salsa verde.
Fue en esa entrada que entro en el estadio silver king, conocido mas célebremente como Ramses en nacho libre, luchador de la dinastía de los Wagner, desenmascarado al menos en 2 ocasiones y al que tenía en buen concepto, énfasis en tenía.
Acompañado de las porristas iba repartiendo volantes para la función de lucha que tendría lugar el sábado de aquella semana, por el lado contrario se acercaba el pollo mascota seguido por numerosos niños. Se sentía la expectativa de ver un buen show por parte de los dos.
Repartiendo la atención entre el juego y la dupla del pollo/silverking, me toco ver el momento preciso en el que Silverking levantaba al pollo por sobre su hombro y lo soltaba. Vi caer al pollo casi en cámara lenta, la postura del pollo denotaba que estaba sorprendido por lo que estaba pasando. Soy fan de la lucha libre y se cuando un movimiento va a terminar en herida, reconocí esa caída como una que pudo haber terminado una carrera luchistica.
El pollo no se paro por un par de minutos, desde nuestros asientos esperábamos que estuviera bien, al mismo tiempo que nos deshacíamos en insultos al luchador, pendejo, asshole, connard, de ahí no bajo.
Finalmente la mascota del equipo logro levantarse, nunca se quito la cabeza de la botarga, era un pollo con honor eso estaba bien claro. Al menos durante ese juego ya no regresaría.
En la octava entrada el equipo visitante anoto otras dos carreras, el juego de los locales se descompuso, parecía que la novena se jugaría por puro compromiso, yo ya estaba listo para irme cuando el juego dio un giro inesperado en la baja de la novena, lo locales sacaron la casta, en un abrir y cerrar de ojos la cuenta era de 8-7.
Toda la atención estaba sobre el pitcher contrario de apellido Lavigne, los gringos y yo gritábamos a tope pidiendo skater boy, pero no eramos los únicos, el estadio mucho mas vacío que medio lleno estaba haciendo una cantidad de ruido nada despreciable, pocos pero locos, pensé en algún momento de la entrada. Hombres en primera y segunda, dos outs en la pizarra y yo con los puños bien apretados esperando el batazo decisivo, el que diera la vuelta al juego. Un hit, un batazo bien colocado, un cuadrangular, lo que fuera. Terminar la mala racha, soñar con playoffs.
El pitcher lanzo, el bateador conecto casi picando, batazo que fue atrapado en corto por el mismo pitcher quien con toda la calma del mundo la envío a primera así como nosotros nos encaminamos a la salida. Sin mascota y con los play offs viéndose cada vez mas lejos. Lo peor es que seguía con ganas de comprar el jersey del equipo.