martes, 9 de agosto de 2011
Café París
viernes, 5 de agosto de 2011
Bolsillos
Siento los bolsillos pesados. Bambolean de lado a lado lastimándome los muslos y resonando como sapos metálicos y enojados. Buscar el cambio exacto para la taza de café o el libro de cuarta mano es una labor de varios minutos pues el interior de los bolsillos es un laberinto que nunca se está quieto.
Cuando camino por la calle el peso puede ser insoportable. Me obliga a detenerme y vaciar incontables objetos que a la luz de la soledad son tan inútiles como horrendos: teléfono, la billetera gruesa como mis miedos, tarjetas de presentación de media ciudad, recibos por facturar, tarjetas del banco, claves de las tarjetas del banco, recibos por pagar, cerillos, encendedor, una paleta de caramelo sabor a cereza, un enjambre de llaves, mis miedos, lápiz, pluma, mis rencores, una canción empolvada, los reclamos del domingo, monedas y billetes de baja denominación, las responsabilidades que me dio mí madre, el recuerdo doloroso de mí padre, un montón de traumas de la infancia, otro tanto de la pubertad y que decir del saco de la "madurez".
Quisiera dejarlo todo en la calle, sólo quedarme los cerillos, una llave y la canción, pero no puedo porque a la luz de la compañía es intolerable el no cargar con todo eso aunque nunca salgan del bolsillo. Y comienza la procesión de re ingresarlo todo. Cuando terminas es como si los pantalones te intentaran sumergir en el suelo y las piernas se te cansan antes de terminar la cuadra.
Sueño con un día simplemente desabrochar los pantalones, que caigan por su propio peso. Sólo rescatar una llave y la canción. Correr ligero, tan rápido que se me eleven los pies del suelo, apoyarme en las puntas de las antenas rojas y blancas; acariciar las crestas de las palmeras con los pies. Desabrochar la camisa para planear como si fuera una ardilla. Planear hasta encontrar la puerta que abre la llave que llevo y quizás tras la puerta encontrar un par de pantalones sin bolsillos.
Quisiera pensar que un día haré un agujero de buen tamaño en alguno de mis bolsillos por donde se caiga la mayor parte de mi carga. Pero no se me da tan bien que digamos eso de hacer los sueños realidad y me limito a dejar caer una moneda, una llave inútil o un reproche del domingo cuando no hay nadie mirando.
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