martes, 9 de julio de 2013

Raúl




Suena Steve & Steve mientras la diosa morena y curvilínea entra al baño. Él la observa por detrás. La toalla enredada en su cabello a la usanza hindú y la minúscula blusa negra strapless que deja ver la frontera de sus nalgas.

Él yace en la cama. Si no fuera por la faena que acaba de terminar y amenaza con seguir encendería un cigarrillo. Por otro lado no tiene cigarrillos ni dinero para comprarlos. Tuvo suficiente suerte como para que esa chica se fijara en él.

- Acompáñame con un trago. Es mi cumpleaños - dijo la diosa mientras encendía un cigarrillo. El cantinero sirvió dos vasos de whisky. Él odiaba el whisky.
- A tu salud - dijo y vació de un sólo trago el contenido de su vaso.
- Nunca he pasado un cumpleaños feliz, siempre lloro antes de que llegue -  Pidió otros dos whiskys. Él bebió resignado a que peor era estar sobrio. 

Con los Montañeses del Álamo como fondo la escuchó hablar sobre un montón de ex-amantes ingratos, su familia tóxica y un trabajo tan depresivo como bien pagado.

- Acompáñame - dijo, él sorprendido y borracho tomó su mano. Subieron a un bien conservado chevy Biscayne. Dentro ella siguió hablando y él, tambaleante, asentía como hipnotizado por las luces de la ciudad mojada. Ella tomo su mano. Él sonrío.

Llegaron a una casa bonita, de esas que uno ve en las revistas.

Se pone de pie. Pasea por la habitación. Huele a sexo y geosmina. Por la ventana se filtra la brisa fresca de cuando ha dejado de llover. Es tarde, se escucha la regadera. Le duele el pene. La cartera asoma fuera del bolso. La toma. La abre. Toma su identificación. Ve su nombre, desconocido hasta ese momento.
Guarda la cartera. Regresa a la cama.

Afuera la lluvia recobra fuerza.
Ella se recuesta a su lado. Cae dormida.

Hurga en la alacena y en el refrigerador. Encuentra pan de centeno, pechuga de pavo y queso crema. Pone café y se prepara un sandwich.

Se enfunda la gabardina. Camino a la salida repara en una fotografía de ella. Veinte años más joven, pero con la misma expresión derrotada en sus ojos y sonrisa. A ella no se le da el ser feliz. La lluvia no ha cesado. Ella duerme en el piso de arriba. Se ciñe el sombrero.

El aire frío disipa los restos de la borrachera. Camina, tranquilamente bajo la lluvia pesada mientras su mirada se pierde en la infinita bruma lagañosa. Saca un cigarro, lo enciende con un Zippo, ambos obtenidos del bolso de ella. "Feliz cumpleaños, Raul" piensa al soltar el humo.

en mi casa vive una bruja

En mi casa vive una bruja. Es muy vieja, viejisima, antigua, antiquísima. Se le pueden oler los milenios acumulados en los pliegues de la ...