miércoles, 9 de enero de 2019

Chambita

Desayuna un pay que contrasta con el agua de calcetín en la taza.
Le da una calada honda al cigarrillo antes de abrir la aplicación de anuncios clasificados en el teléfono.

Viste con bermudas, camiseta interior, chanclas de pata de gallo y pulseras huicholas para alejar a los malos espíritus y atraer la buena fortuna que se manifiesta en forma de timbrazo en la puerta. En dos pasos atraviesa comedor, cocina, sala y recibidor de su ínfimo penthouse de vecindad.

Abre. Ahí una rubia chaparrita de rostro cacarizo, pero bonito, cuerpo fitness y unas piernas despampanantes embutidas de milagro en unos leggins quizás demasiado ajustados le sonríe.

Siempre le caen las chambitas buenas antes de tener que pensar en ir a la maquila o al empeño.
La pasa. Le ofrece un asiento en su mesa, le sirve café horrendo y la güera habla con voz ronca y sexy de su triste vida privilegiada, de los millones de su moribunda abuela y los planes de algunos miembros de la familia para desaparecer el último testamento donde se asume ella recibe casi la totalidad de la riqueza de la abuela.

Un trabajo sencillo, cuidarla a ella, encontrar y proteger el testamento hasta que la abuela muera y hagan lectura. Fijan el pago por hora. Cierran el trato. Él coquetea, ella responde y fornican como animales.

La güera duerme. Él saca sus herramientas del closet: una botella de aguardiente, el revólver y su muvieri de cuervo (vara ritual huichola) . Calmadamente carga la pistola.
Siente una presencia siniestra acercándose a la puerta. Apura el último trago de café frío seguido de un buche de aguardiente.
En la mano derecha empuña el muvieri, en la izquierda el revólver.
Sonríe frente a la puerta. Siente el mal encarnado enviado para dar caza a la rubia. Estos son los trabajo que le gustan. Se encomienda al Dios venado.
Aún dormida la güera no tiene idea de la que está por armarse.

Él abre la puerta.

No hay comentarios:

en mi casa vive una bruja

En mi casa vive una bruja. Es muy vieja, viejisima, antigua, antiquísima. Se le pueden oler los milenios acumulados en los pliegues de la ...